"DE CUANDO EL 15 DE DICIEMBRE DE 1927 EL GRUPO GENERACIONAL DEL 27 VISITÓ BAEZA", por ANTONIO CHICHARRO

DE CUANDO EL 15 DE DICIEMBRE DE 1927
EL GRUPO GENERACIONAL DEL 27 VISITÓ BAEZA

ANTONIO CHICHARRO


Para Manuel Urbano, cuya ausencia tan grande se me hace .

Unas palabras previas de índole personal en relación con Manuel Urbano

Desde que en plena juventud salí de Baeza, en el verano de 1970, para estudiar en la Universidad de Granada, no he dejado de volver a mi patria, lo que significa, como bien se deduce, no sólo que no perdí nunca los vínculos y el amor que profeso al solar familiar baezano, sino que me asenté definitivamente en Granada. Esta circunstancia fue la que me impidió conocer personalmente —en los libros y artículos bien que lo conocía— a Manuel Urbano antes, lo que lamentaré siempre. Ahora bien, cuando hace unos veinte años nos presentaron se estableció entre nosotros una amistad sin condiciones ni fisuras tejida por el gusto por la poesía, por la vida, por lo que la grasa tierra de Jaén encierra ya en lo popular ya en lo culto y por el deseo de saber de ella. Precisamente, en relación con esta última afirmación, Manolo me regalaba cada vez que nos veíamos a lo largo del año, un dato, un comentario, una información sobre Baeza y la literatura, que tan bien conocía, más para alimentar a un desnutrido que para exhibir su erudición tan vasta. Por eso, a la hora de pensar qué aportaría para este libro de homenaje, no he podido sino traer una información que a él le hubiera gustado conocer, si es que no la hubiera llegado a saber antes, como una muestra de mi afecto, una información de la que se hubiera alegrado por lo que supone de reconocimiento de Baeza y su vinculación por activa o pasiva con lo mejor de la poesía española, además de los valores que guarda y, en ella, de los que atesora Jaén, la tierra que lo vio nacer y morir y que tanto amó.

Sobre una carta

En el año 2010, Galaxia Gutenberg publicaba un epistolario, de unas 1400 páginas, de Jorge Guillén titulado Cartas a Germaine (1919-1935), cuya edición corrió a cargo de Margarita Ramírez. La destinataria de tan abultado número de cartas, la francesa Germaine Cahen, había sido su primera esposa y madre de sus hijos Claudio y Teresa. Estas cartas, más otros documentos de Jorge Guillén, se encuentran depositados en los archivos de Wellesley College, de Massachusetts. Se trata, como ha dejado ver la crítica, de un epistolario que no sólo es importante para conocer aspectos de la vida y obra del poeta, sino también aspectos de la intensa vida literaria española de ese crucial momento.

Pues bien, en este libro se recoge una carta que, fechada por Jorge Guillén en Baeza el 15 de diciembre de 1927, dirigía a su mujer para contarle las peripecias de su viaje desde Madrid a Baeza, camino de Córdoba y Sevilla, en donde habría de celebrarse el famoso homenaje poético a Góngora en los dos días siguientes organizado por el Ateneo de Sevilla[1]. En esa carta se da cuenta de la excursión que hacen a Baeza —cabe pensar que algo tendría que ver en ello García Lorca pues había estado en dos ocasiones en viajes de estudios en la ciudad, donde conoció a Antonio Machado[2]— el que luego sería núcleo duro del grupo generacional del 27. Allí estuvieron, junto con el propio Jorge Guillén, Federico García Lorca (por tercera vez, tras sus visitas de estudiante cuando conociera a Antonio Machado), José Bergamín, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Dámaso Alonso y Juan Chabás[3]. Reproduzco la carta a continuación.


La carta


"Baeza, 15 de diciembre de [1]927

Chérie: Empiezo a escribirte en Baeza (creo que provincia de Jaén). Son cerca de las cinco. Excursión estupenda. Parecemos un equipo de futbolistas —por lo alegre— pero, aunque un poco ruidoso, no maleducado. Hemos salido a las 9.50, en primera, pagando el billete, que nos reembolsarán (José me telegrafió que no podía mandarme el kilométrico. ¡Qué lástima!). Vamos, pues: Bergamín, Gerardo (con su boina), Federico —¡por fin, después de mil negativas y coqueterías!—, Alberti, tranquilo, Dámaso, el más adecuado al exceso de la juerga colectiva (la borrachera es segura), Chabás (dormido ahora, nosotros estamos en el vagón restaurant, donde vamos a tomar el té), y yo, el único casi respetable —el único casado—. Estoy escribiéndote delante de todos, cínicamente. Risa, y más risa, anécdotas, tonterías, alegría y no ficticia, y versos. Hemos hecho un soneto entre todos, por el procedimiento aquel de “chez María Teresa”, dirigido a Dámaso Alonso. Se ha roto enseguida. Durante la comida, se han recitado versos, se han recordado, con gran amor, por casualidad, versos de Antonio Machado. (Y luego, nos hablaba un señor, profesor español de los Estados Unidos como a ¡gente de “vanguardia” peligrosa!) Es absurdo. Ni antes, ni después de ahora volverá a contemplar todo un departamento de un vagón, lleno de estos animales llamados poetas. Salimos de Baeza. (En Vadollano, un niño ciego cantaba cante jondo. “El saludo de Andalucía”, decía Federico.)

En Córdoba. Aquí termino. Todos dicen: ¡Viva D. Luis de Góngora! No tengo tiempo más que de penser, de sentir, de me dire mille choses tendres pour toi, mon amour, à travers ce Córdoba deviné. Teresa, Claudie, Toi. À tous. [... de pensar, de sentir, de decirme mil cosas tiernas para ti, mi amor, a través de este Córdoba adivinado. Teresa, Claudie, Tú. Vuestro...]

Abrazos, besos

Jorge"

Para terminar

Ofrecida esta información y dado el exhaustivo estudio llevado a cabo de estos poetas, no cabe más análisis ni interpretaciones de lo que fue una jornada festiva de un grupo de jóvenes con toda la vida y la poesía por delante que, tras su encuentro con la ciudad de Baeza y su rico patrimonio artístico, más el recuerdo del poeta que la cantara y viviera en ella, Antonio Machado —no es casualidad que se hable de él en la carta—, se dispusieron a viajar a Sevilla para, al tiempo que reivindicaban a un grandísimo poeta barroco cordobés, Luis de Góngora, y un modo de poesía consagrarse como grupo renovador de la poesía española y como un grupo de jóvenes amigos que celebraban la vida y la amistad. No en balde, José Luis Cano, que también pasó por Baeza en uno de los cursos que yo dirigí en la Universidad Internacional “Antonio Machado”, llamó a este grupo “generación de la amistad”. Aquellos jóvenes apenas si pudieron intuir aquel día de finales del otoño de 1927 la altura a la que llegaría su poesía. En todo caso es grato comprobar que Baeza, aunque sea de esta manera circunstancial, haya participado en la consolidación de los poetas del 27 como grupo generacional.
            Y esto es lo que le hubiera contado a mi amigo Manuel Urbano de haberlo podido ver hoy. A falta de su persona, que no de su memoria, lo cuento a los lectores y a sus amigos.




Anexo documental I



Fotografía de Jorge Guillén y Germaine Cahen (Fondo de Teresa Guillén)




Fotografía del homenaje a Góngora del Ateneo de Sevilla hecha por Serrano. En el centro, José María Romero y Blasco Garzón (los organizadores) y, a la izquierda de la imagen, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Juan Chabás, Mauricio Bacarisse; a la derecha, Jorge Guillén, José Bergamín, Dámaso Alonso y Gerardo Diego












[1] José María Romero Martínez (1893-1936) fue el encargado de organizar en el Ateneo de Sevilla, durante los días 16 y 17 de diciembre de 1927, la conmemoración del III centenario de la muerte de Góngora, si bien el acto tuvo lugar en la Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla. A este acto fueron invitados los poetas que habrían de constituir el grupo generacional del 27 tomándose esta celebración de Sevilla como el acta de su nacimiento como tal grupo.
[2] Federico García Lorca visitó Baeza en dos ocasiones, en 1916 y 1917, ambas en el mes de junio, como miembro del grupo de estudiantes de la Universidad de Granada en pioneros viajes de estudios dirigidos por el profesor de Teoría de la Literatura y de las Artes Martín Domínguez Berrueta. El 8 de junio de 1916, fecha exacta del primer viaje, fue cuando tuvo la oportunidad de conocer al ya reconocido poeta Antonio Machado, por aquel entonces y desde 1912 catedrático de Lengua Francesa en el Instituto de Baeza. Este encuentro del joven García Lorca con Antonio Machado y con Baeza, contado de primera mano por Rafael Laínez Alcalá, alumno de Machado en el instituto baezano, estuvo en el origen de algunos de sus poemas y escritos sobre el autor de Campos de Castilla y sobre tan antigua ciudad de la Alta Andalucía. Pues bien, Laínez Alcalá dejó escrito en su artículo “Recuerdo de Antonio Machado en Baeza” (Strenae, 1962; en Antonio Chicharro, Antonio Machado y Baeza a través de la crítica, Baeza, Universidad Internacional de Andalucía, 2009, 3ª edición corregida y aumentada) a este respecto lo siguiente: También recuerdo ahora que por aquellos años, acaso en la primavera de 1916, un día, al filo de las doce, vi un grupo de forasteros acompañados por el arcipreste de la catedral baezana, don Tomás Muñiz de Pablos, que contemplaban la fachada del Seminario, antiguo Palacio de Jabalquinto (...), cercano al Instituto; me incorporé al grupo de turistas lleno de curiosidad y escuché a un grave señor una interesante lección de historia del arte baezano. Supe después que el grupo lo formaban los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada (...) Entre los muchachos (...) iba Federico García Lorca, al que pocos años más tarde conocería yo en Madrid. Aquel día ellos marcharon hacia la catedral, y yo, venciendo mi curiosidad, me volvía al instituto, porque no quería perderme la clase de don Antonio. Al día siguiente mi compañera, Paquita de Urquía, me dio noticia de los viajeros, que los acompañó toda la tarde, y que en el Casino Antiguo, o de los señores, don Antonio había recitado fragmentos de “La tierra de Alvargonzález” y Federico había tocado el piano con mucha gracia. De ese encuentro quedarán un poema, dos significativos testimonios literarios y el comienzo de una respetuosa amistad entre Machado y él, subrayada con ese poema escrito en 1918 por el joven Lorca con ocasión de la lectura de las Poesías Completas, de 1917, de Antonio Machado, en el mismo ejemplar que le prestara Antonio Gallego Burín. En cuanto a los textos que tuvieron su origen a raíz de la primera visita a la ciudad de Baeza son los titulados “Ciudad perdida (Baeza)”, basado en el publicado en la revista Letras (Granada, 30 de diciembre de 1917) con el título de “Impresiones del viaje II. Baeza: La ciudad” y luego reelaborado para su primer libro Impresiones y paisajes, de 1918, constituyendo la juvenil respuesta en prosa a una profunda experiencia estética; y el titulado “Un palacio del Renacimiento...”, también incluido en la sección “Temas” del mismo libro, en el que se encuentran párrafos del texto editado en 1917. 

[3] Algunos de estos poetas volverían años después a Baeza. Dámaso Alonso, por ejemplo, lo haría hacia 1960. De aquella visita quedó un artículo “Baeza, en mi recuerdo” publicado en Revista Baeza, en 1960 y que reproduje en http://baezaliteraria.blogspot.com.es/2010/07/damaso-alonso-baeza-en-mi-recuerdo.html. Gerardo Diego lo haría en noviembre de 1968 para una lectura poética con motivo del IV Centenario de San Juan de la Cruz (“Alforjas para la poesía”); y Rafael Alberti, el 10 de abril de 1983 con motivo de un homenaje a Antonio Machado, entre otras ocasiones.


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Este artículo se ha publicado en José Cabrera Martos (coord.),  Fruto del tiempo con nosotros. Homenaje a Manuel Urbano, Jaén, Diputación Provincial de Jaén, 2015, pp. 51-63. ISBN 13: 978-84-92876-41-9,