Preparativos de la Orden de la Trinidad para la redención de Cervantes en Argel, por Luis Astrana Marín

Los cuatro meses de plazo concedidos para el rescate de Miguel se cumplían. En 31 de Julio, los padres fray Juan Gil, procurador general de la Orden de la Santísima Trinidad de redención de cautivos, y fray Antón de la Bella, ministro del monasterio de la Trinidad de la ciudad de Baeza, estantes al presente en la corte y dentro del convento de la Trinidad de Madrid, dan recibo a «la señora Doña Leonor de Cortinas, viuda,
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Testimonio de haber recibido fray Juan Gil y fray Antón de la Bella 300 ducados para ayuda del rescate de CERVANTES
Testimonio de haber recibido fray Juan Gil y fray Antón de la Bella 300 ducados para ayuda del rescate
de Cervantes, 250 de manos de su madre doña Leonor, y 50 de su hermana doña Andrea.
-[25]- mujer que fué de Rodrigo de Cervantes, difunto que sea en gloria (1), vecina de la villa de Alcalá de Henares, estante al presente en esta corte» (2), de 250 ducados «en reales de a ocho e de a cuatro e de a dos y escudos» para ayuda del rescate de su hijo Miguel de Cervantes, «cautivo en la ciudad de Argel en poder de Alí Mamí, capitán de los bajeles, que es de edad de treinta y tres años, manco de la mano izquierda, barbi rubio», con los cuales «y otros cincuenta ducados que les ha de dar para ayuda
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Continuación y final del testimonio precedente.
Continuación y final del testimonio precedente.—Firmas de los redentores
y del escribano Pedro de Anaya y Zúñiga.
-[27]- al dicho rescate doña Andrea de Cervantes..., con la limosna que de la redempción se les ayudare, sacarán de captiverio al dicho Miguel de Cervantes e le rescatarán e pornán en tierra de christianos, si fuere vivo y estuviere captivo e por rescatar al tiempo que los dichos religiosos estuvieren en la ciudad de Argel entendiendo en la redempción», y en caso contrario devolverán el dinero (1)
«Es detalle singular (dice un autor) el de las clases de moneda en que doña Leonor entregó los 250 ducados, adquiridos con sabe Dios cuántas fatigas» (2). El mismo día, 31 de Julio, y en escritura aparte, los referidos redentores, dentro del mismo monasterio de la Trinidad, dan recibo de sus 50 ducados a doña Andrea (3) y vuelven a comprometerse en iguales términos al rescate de Miguel (4). Poco después tornaba doña Leonor a dirigirse al Consejo de Guerra, diciendo que por no disponer de los 2.000 ducados, no podía adquirir por sí los artículos que había de llevar a Argel. En 19 de Agosto se daba cédula al capitán general de Valencia, prorrogando por seis meses a la madre de Cervantes el plazo para negociar la de extraer los 2.000 ducados de mercaderías (5)
A todo esto los trinitarios apresuraban los preparativos de la redención. Por cédula de Felipe II, fechada en El Escorial a 31 de Agosto, mandábase que el receptor de la Cruzada, San Juan de Izaguirre, diese a fray Juan Gil 190.000 maravedís, los cuales «gastaría y distribuiría en rescatar captivos cristianos naturales destos reinos y que fueran captivos en servicio de Su Majestad». Cuatro días más tarde (4 de Septiembre de 1579), en cumplimiento de la real cédula, se entregaba a fray Juan Gil y a fray Antón de la Bella la referida suma, otorgando los redentores su correspondiente carta de pago, y obligación, al propio tiempo, de cumplir lo que les ordenaba Su Majestad (6)
Llevaban varias provisiones y cartas para corregidores de distintas ciudades, presidentes, etc., a fin de allegar la mayor suma de dineros. El 27 de -[28]- Agosto había partido fray Juan de Madrid para Toledo, y él y fray Antón estaban en Valladolid el 26 de Septiembre. Después se les dió cédula real y pasaporte para la mar, dirigidos al duque de Nájera, virrey de Valencia, fechados en El Pardo a 4 de Noviembre. Por no acabar de cobrar los Padres en el término prescrito de dos meses para salir, hubo que prorrogar por dos veces el pasaporte, la primera en 24 de Diciembre de 1579, y la segunda, por dos meses más, en 23 de Febrero de 1580. El 11 de Enero de este año encontrábase ya fray Antón de la Bella en Andújar. 
Fray Juan Gil había sido nombrado procurador general de la Orden, por el general de la misma, en Madrid, el 22 de Noviembre de 1578, mediante poder para serlo, suscrito dos fechas antes. Otro poder, otorgado por el provincial Pedro de Bilbao y los definidores, lleva fecha en Medina del Campo a 21 de Mayo de 1579, y otro, del provincial de Andalucía, en Sevilla a 11 del mismo mes. 
Como en el año anterior la Orden de la Merced no pudo rescatar varios cautivos pertenecientes a pueblos de la Orden de Santiago, por no hallarse sus amos en Argel, se ordenó a los trinitarios que, si los tales cautivos y sus patrones se hallaban ahora, fueran los primeros en redimirse (1).

Mientras tanto Cervantes, impaciente por el largo cautiverio, seguía firme en sus propósitos de fuga, sin que bastaran a escarmentarle, sobre las tentativas propias, los fracasados proyectos de otros cautivos, recientemente castigados con la muerte, como el del castellano Cuéllar, que pretendió, con varios, huírse del puerto de Argel la noche del 29 de Abril de 1578 (2)
Todo este año, desde la primavera, y mucha parte del siguiente, lo empleó Miguel en agenciarse nuevas amistades para sus fines de evasión, aprovechando algunas ausencias de Dalí Mamí, especialmente la que corrió a partir del 25 de Marzo de 1579, en que el renegado griego salió en corso, con otros arraeces, hacia Poniente, hasta el 12 de Junio, en que regresó (3). Por este tiempo ignoraba seguramente que la Trinidad hacía en Madrid los preparativos para una redención en Argel; y como la de los padres mercedarios no llevaba trazas de repetirse, redoblada su impaciencia, persistía tenazmente en la idea, bien acorde con su espíritu romántico, de conseguir la libertad por su propio esfuerzo, astucia, ingenia y arrojo, desafiando todo peligro, en vez de deberla al dinero y a la -[29]- ardua negociación. Nunca le abandonó la esperanza de conseguir así la libertad, ni le abatieron los trabajos. Porque, «así como la luz resplandece más en las tinieblas, así la esperanza ha de estar más firme en los trabajos; que el desesperarse en ellos es acción de pechos cobardes» (1).
Moneda de Felipe II, del Ducado de Luxemburgo, acuñada en 1578.
 
Moneda de Felipe II, del Ducado de Luxemburgo, acuñada en 1578.
Aguardando la ocasión propicia, entretenía los rigores de su duro estado, como de costumbre, con el cultivo de las letras (mucha parte de los versos y prosas de La Galatea debió de elaborarse entonces) y la comunicación con los poetas, literatos y demás gente intelectual. En 1579, escribe Haedo, entre eclesiásticos, religiosos, clérigos, letrados, doctores, maestros y predicadores, había por los baños turcos sesenta y dos, «cosa jamás vista en Barbaria» (2). Allí estaban, como sabemos, Bartolomé Ruffino de Chiambery y el presbítero doctor don Antonio de Sosa. También estaba el sevillano doctor Domingo de Becerra, cautivo de Hazán Bajá, e igualmente presbítero, que ideaba su versión del Tratado de M. Iuan de la Casa, llamado Galateo, o tratado de costumbres, realizada en Roma, después de rescatarse (no lo fué con Miguel), en 1584. y publicada en Venecia en 1585 (3). Y principalmente acababa de llegar, a fines de Mayo, el -[30]- famoso Antonio Veneziano o Veneziani, padre de la poesía siciliana, que salido de Palermo con el presidente de aquel reino don Carlos de Aragón, duque de Terranova, con dos galeras, el 25 de Abril de 1579, a poco de navegar, fué cautivado por los turcos y llevado a Argel. Las grandes relaciones de amistad y correspondencia que en seguida entablaron Cervantes y él, descubiertas por el erudito italiano Eugenio Mele (1), son de tal importancia que necesitan historiarse con toda amplitud. Constituyen una soberbia página, virtualmente inédita, en la vida del autor del Quijote.
 Firma, en documento inédito, del doctor Becerra. Madrid, 5 de Enero de 1594.
Firma, en documento inédito, del doctor Becerra. Madrid, 5 de Enero de 1594.
La captura de Veneziano ocurrió de la manera siguiente: en Enero de aquel año salió de Argel en corso Morato Ráez el Grande, renegado albanés, uno de los mayores piratas, con ocho galeotas, parte de ellas suyas y parte de corsarios sus amigos. Navegando la costa de Berbería, llegó -[31]- a Puerto Farina, cuarenta millas de Túnez. Aquí se entretuvo más de dos meses por el mal tiempo, aguardándole el Rey con mantenimientos y vituallas. Acomodado el tiempo para la navegación, partió de Túnez; atravesó la Calabria y se puso al acecho en las calas de aquella costa, hasta que una mañana de fines de Abril, hallándose sobre Policastro, descubrió las dos galeras sicilianas del duque de Terranova, presidente y capitán general que había sido de Sicilia. Descubiertas, Morato las fué siguiendo con sus ocho bajeles con tal celeridad, que seis de ellos dieron sobre una de aquéllas, llamada San Angel o Santangelo, donde iba Veneziano, la cual, por haberse hecho a la mar, no pudo salvarse; y así, fué tomada sin dificultad con toda su gente. El bajel de Morato, más otro a la zaga, dieron tras la capitana de Sicilia, que tripulaba el de Terranova. Éste, viéndose perdido, embistió en la isla de Capri, donde, saltando a tierra, se salvó con los demás pasajeros y chusma; pero la galera y sus bogadores, acometidos al anochecer, quedaron en poder de los turcos, así como mucha hacienda, dinero y plata labrada, «por la mala fortuna (dice Cabrera de Córdoba) que en la mar tuvo siempre el duque, notable en pérdida de galeras suyas y de naves en que iba su ropa, en los viajes que hizo en el Mediterráneo» (1). Mele escribe que las galeras de Terranova dirigían se a la corte de España, y Veneziano iba «con la esperanza de mejor fortuna». Haedo, que narra el acontecimiento, confirma también el rumbo del duque a España (2). Pero el citado Cabrera asegura que las galeras marchaban desde Sicilia a Nápoles, «propias para ir a Alemania a la Dieta que el Emperador mandó juntar, en que tomar medio y remedio en la reducción de los Estados de Flandes a la obediencia de su legítimo señor» (3). -[32]- Y así era exactamente. Morato Ráez regresó triunfante a Argel, a finales de Mayo o primeros de Junio, con sus cautivos, riquezas y galeras apresadas, una de las cuales, la capitana del duque, tomó para sí el rey Hazán, quien «la hizo varar en tierra y acomodar para su servicio» (1).
Veneziano, pues, con otros, quedó en poder de Morato Ráez, añadiendo a sus tristezas la cautividad. Si Veneziano conocía a Cervantes desde Sicilia, o éste la personalidad de aquél antes del cautiverio, se ignora; pero la propia suerte y una comunidad de gustos y aficiones unieron a aquellas dos grandes almas en Argel. Iba Veneziano melancólico, saturnino, lleno de angustia y desesperación, por unos amores contrariados; y Miguel le consolaba, le alentaba, curábale como un Galeno espiritual. Veneziano le decía:
Medico, amito e dottor mio ter massimo (2).
Fué Antonio Veneziano el poeta y el humanista más aplaudido de que puede gloriarse Sicilia en la segunda mitad del siglo XVI: «hombre valeroso (dice Mele), poeta fecundo, habilísimo jurista, de vida agitada y rica de aventuras, logrando en breve tanta celebridad, que su nombre invadió los dominios de la leyenda y de la fantasía popular; y como acontece con Virgilio en Nápoles, Ovidio en los Abruzos y Boccaccio en Certaldo, alcanzó la reputación de mago (3). No satisfecho el pueblo de considerarlo como poeta prodigioso, le creyó sin par cuando vivo, e insuperable después de muerto, como si hubiese dado pruebas de gran experiencia y sabiduría, y por esto desde hace siglos corre como proverbial el dicho
E s'un t'ablasta lu to' sintimentu,
Vu' pri consigghiu nni Vinizianu
(4);
y si se trata de cosas fáciles de entender,
Nun c' è bisognu di Vinizianu (5). -[33]- 
»Apoderada la leyenda de la vida del poeta [como en el caso de Manuel de Sousa Coutinho], resultó harto difícil a los que después se ocuparon de él conocer los hechos que le atañían directamente y esclarecer las sombras que se proyectaron sobre los sucesos borrascosos de su existencia». 
Nació en Monreal el 7 de Enero de 1543, y a los cuatro años, por muerte de su padre, se encargó de su educación un tío suyo, arcediano de la catedral. Como diera pruebas de notable aplicación y aprovechamiento, éste le envió, a la temprana edad de doce años, a los colegios de la Compañía de Jesús de Palermo y Mesina. Distinguióse allí de tal manera, especialmente en los idiomas latín y griego, que los jesuítas le trasladaron a Roma, donde fué discípulo de Francisco Toledo, después cardenal. Era su pensamiento profesar en la Compañía; pero fallecido su tío en 13 de Enero de 1562 e instituyéndole coheredero, halagado por la herencia, abandonó Roma y la Compañía y regresó a su ciudad natal. Allí pasó algunos años entre pleitos y sinsabores con motivo de la partición de los bienes hereditarios. Después trasladóse a Palermo, y desde 1568 a 1575 vivió alojado en casa de su hermana Vicenta, esposa del magnífico Antonio de Calógero. Debió por entonces de licenciarse en Leyes, pues el Senado de Palermo aceptó algunas veces sus oficios como escribano (1); pero su afición favorita era la poesía. A su vida un poco aventurera vino a sumarse la pasión irresistible que concibió por su bella sobrina Eugenia de Calógero, en favor de la cual otorgó testamento de todos sus bienes, habidos y por haber, en 10 de Mayo de 1574. Esta parece ser la amada que luego cantó bajo el nombre de Celia (2). Poeta y jurista reputadísimo, cuando entre 1574 Y 1575 llegaron a Palermo las estatuas que habían de adornar la plaza Pretoria, él fué el encargado de adornarlas e ilustrarlas con epígrafes en bella prosa italiana y elegantes versos latinos. Creció su fama y logró ahorrar algún dinero; pero su -[34]- amada no le correspondía, y desesperado por tantos desdenes, deseando mudar de tierra y de fortuna, con la ilusión de hallar alivio a sus heridas de amor, se embarcó con el duque de Terranova y vino a caer en manos de los turcos (1). -[35]- 
Para consolarse y mitigar las penas, trabajos y congojas de su cautiverio, componía la Celia, cancionero de 289 estrofas o canzuni antichi, como todavía las llaman los sicilianos, en puridad octavas de dos cuarte tos endecasílabos de rimas alternas. En ellas iba exponiendo el desarrollo psicológico de su amor, «las angustias y tormentos de su ánimo y su agitada pasión con viveza expresiva y representación interna desusada y nueva». 
Por los meses de Julio o Agosto de 1579 debieron de verse muy a menudo Cervantes y Veneziano. Establecido trato y buena amistad, comunicaríanse ambos sus composiciones poéticas. Miguel habría rehecho algunas de las que le sustrajeron al arrebatarle todos sus papeles, y daría a conocer a Veneziano otras allí trazadas, probablemente muchas de las con que formaba La Galatea. Veneziano le contó la historia de sus desgraciados amores con Celia (en que Miguel vería una imagen de los suyos con Silena) y le fué leyendo, a medida que iba brotando de su pluma, el poema en que los celebraba y ensalzaba. Cervantes alabó los versos de su amigo y le prometió honrar con unas estrofas la hermosura de Celia: su «Cielo», como decía. 
Aproximábase Septiembre; y los días perezosos y calmos de fines de Agosto, propicios a la melancolía, en que Argel parecía muerto, invitaban a la larga expansión. Los dos amigos hablarían de la dulce Italia, de las modas poéticas, de las relaciones entre la historia y la poesía, cuestión candente desde la aparición de las Poéticas de Castelvetro y Piccolomini. La reacción antiplatónica se acentuaba. Preconizábase una literatura verdadera, una literatura ejemplar, cuyas normas podían hallarse todavía en Aristóteles. Mas Cervantes y Veneziano, conscientes de la insatisfacción que el Renacimiento dejaba en ciertos espíritus de selección, propendían a lo popular y al retorno de la unión del arte con la vida. Veneziano había roto ya los prejuicios con sus canzuni en dialecto siciliano, que -[36]- sometería al juicio de Miguel. Muestra de tal arte era una canzuna (1), que corría a la sazón por Sicilia (quizá debida al propio Veneziano), en elogio de la victoria obtenida en Lepanto sobre los turcos, y que el pueblo cantaba a coro, con ritmo muy lento, así:
 Canzuna en elogio de la victoria obtenida en Lepanto sobre los turcos
Concordes, seguramente, en materias literarias, no menos lo estarían en la necesidad de romper las cadenas opresoras de su esclavitud. -[37]- Cervantes, cuyo último intento de fuga se hallaba a punto de ejecución, lo comunicaría a Veneziano, y es de creer que éste (aunque no consta de modo documental) fuese uno de los comprometidos en la empresa, que se llevaba con el mayor sigilo, y pendiente tan sólo de la hora favorable. 
Mientras tanto, le consolaba, pues, como dirá en el Persiles (III. 9), «de las miserias suele ser alivio la compañía». Y en otro lugar de la misma obra (II, 19): «Cuando en el extremo de los trabajos no sucede el de la muerte, que es el último de todos, ha de seguirse la mudanza, no de mal a mal, sino de mal a bien, y de bien a más bien».

Luis Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra con mil documentos hasta ahora inéditos y numerosas ilustraciones y grabados de época, 7 tomos, Madrid: Instituto Editorial Reus, 1948–1958. (Tomo III, Cap. XXX)


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