EL TESTIMONIO DE DON DIEGO DE BENAVIDES, DE BAEZA, SOBRE MIGUEL DE CERVANTES EN SU CAUTIVERIO DE ÁRGEL



 54. Aparece además y consta en la información por testimonio uniforme de tantas personas calificadas y veraces, que Cervantes fue siempre exacto en todas las obligaciones y prácticas de un cristiano católico: que su celo fervoroso y su instrucción sólida en los fundamentos de la fe, le empeñó muchas veces en defenderla entre los mismos infieles con grave riesgo de su vida: que con el mismo espíritu animaba para que no renegasen a los que veía tibios y desalentados: que su nobleza de ánimo, sus buenas costumbres, la franqueza de su trató, y su ingenio y discreción le granjeaban muchos amigos, complaciéndose todos en reconocerle por tal: que su popularidad y beneficencia le captaban igual concepto y aprecio   -pág. 55-   entre la muchedumbre: que sin embargo de esto conservó aun en su esclavitud todo el decoro propio de sus circunstancias, tratando y conversando familiar y amigablemente con los sujetos más distinguidos por su estado y condición; y que los mismos padres redentores, conociendo su talento y buenas prendas, no solo le trataron con singular aprecio, sino que consultaban y comunicaban con él los asuntos y negocios más arduos de sus encargos y comisiones.

55. Entre las muchas declaraciones que comprueban todo esto, es notable la de D. Diego de Benavides, natural de Baeza, que habiendo llegado cautivo desde Constantinopla, preguntó en Argel a algunos cristianos quiénes eran los principales y más señalados; y habiéndole indicado especialmente a Cervantes entre los primeros, porque era muy cabal, noble y virtuoso, y de muy buena condición, y amigo de otros caballeros, le buscó y procuró su compañía, hallando en él padre y madre, pues siendo nuevo en aquella tierra, sin tener de quien valerse, Cervantes, que ya estaba rescatado, no solo le ofreció con generosidad su posada, ropa y dineros, sino que le llevó consigo a su casa, donde le alojó y dio de comer, haciéndole mucha merced, hasta que pudiesen venir juntos a España. El alférez Luis de Pedrosa, natural de Osuna, declaró que puesto que hubiese en Argel otros caballeros tan buenos como Cervantes, no había visto quien hiciese bien a cautivos o presumiese de casos de honor tanto como él, y que en extremo tiene especial gracia en todo, porque es tan discreto y avisado, que pocos hay que le lleguen. El religioso carmelita Fr. Feliciano Enríquez, natural de Yepes, refiere que después de haber comprobado por sí mismo una calumnia que habían levantado contra Cervantes, se hizo muy amigo   -pág. 56-   suyo, como lo eran todos los demás cautivos, a quienes da envidia su hidalgo proceder, cristiano, honesto y virtuoso. El mismo P. Fr. Juan Gil, después de abonar la buena fe y circunstancias de los testigos, dice que tenía a Cervantes por muy honrado, que había servido muchos años al Rey, y que particularmente por las cosas que había hecho en su cautiverio merecía que S. M. le hiciese mucha merced; añadiendo al mismo tiempo que le había tratado con intimidad y confianza, y que se hubiera abstenido de su trato si se hallase mal conceptuado o careciese de las prendas que confesaban en él tantos como le conocían. El Dr. Antonio de Sosa, que por estar siempre encarcelado con cadenas no pudo declarar en la información, cuando llegó a sus manos el interrogatorio, escribió de su puño en 21 del mismo mes de octubre una relación al tenor de sus preguntas, en la cual confirmando y ampliando con sumo juicio y discreción los hechos que contiene, dice, entre otras cosas, que hacía cerca de cuatro años mantenía con Cervantes estrecha amistad; que siempre le consultaba este sus proyectos y aun los versos que componía; que no había notado en él vicio ni escándalo alguno, y si tal no fuera (añade) yo tampoco le tratara ni comunicara, siendo cosa muy notoria que es de mi condición y trato no conversar sino con hombres y personas de virtud y bondad.