UN TEXTO DE QUEVEDO EN CONTRA DE LUIS PACHECO DE NARVÁEZ


A las espaldas de Reinaldo estaba,
más infame que azote de verdugo,
un maestro de esgrima que enseñaba
nueva destreza, a güevo y a mendrugo:
don Hez, por su vileza, se llamaba,
descendiente de carda y de tarugo,
a quien, por lo casado y por lo vario,
llamó el emperador Cuco Canario.

Era embelecador de geometría,
y estaba pobre, aunque le daban todos;
ser maestro de Carlos pretendía;
pero, por ser cornudo hasta los codos,
su testa ángulos corvos esgrimía,
teniendo las vacadas por apodos;
éste, oyendo a Reinaldos, al instante
lo dijo al rey famoso Balugante.

Díjole Balugante al maestrillo
(pasándole la mano por la cara):
«Dile al señor de Montalbán, Cuquillo,
que mi grandeza su inquietud repara;
que pretendo saber, para decillo,
si en esta mesa soberana y clara
se sientan por valor, o por dinero,
por dar su honor a todo caballero».

Reinaldos respondió: «Perro judío,
dirás al rey que, en esta ilustre mesa,
el grande emperador, glorioso y pío,
honrar todos los huéspedes profesa;
que, después, la batalla y desafío
quien es el caballero lo confiesa:
que, a no tener respeto, las cazuelas
y platos le rompiera yo en las muelas».

El falso esgrimidor, que le escuchaba
en galardón su natural vileza,
de mala gana la respuesta daba;
viendo que en su maldad misma tropieza,
Galalón, que los chismes acechaba,
no levanta del plato la cabeza,
y el desdichado plato se retira,
y a los diablos se da de que le mira.
FRANCISCO DE QUEVEDO
(Estrofas 40-44 del Canto I de Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el Enamorado)


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Para más información, véase la etiqueta de este blog "Aurelio Valladares Reguero", crítico que ha estudiado los restos textuales de la enemistad entre Quevedo y el baezano Pacheco de Narváez y cuyos trabajos allí se citan.