ROMANCES DE AMETE ALÍ



Transcribo a continuación uno de los romances moriscos novelescos que Agustín Durán recoge en su Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII, Madrid, Rivadeneyra, 1854.


ROMANCES DE AMETE ALÍ
(Anónimo)


AMETE ALÍ I
Amete Alí, Bencerraje,
moro valiente y gallardo,
con marlota y capellar,
de pardo, amarillo y blanco,
sale con otros amigos
presuntuoso, alegre, ufano,
y llevan tras sí los ojos
libres, sujetos y francos;
pero llegando a Genil,
río claro, fresco y manso,
se aparta de la cuadrilla,
libre, solo, suelto y bravo,
parte a descubrir su pecho,
firme, amoroso e hidalgo,
donde ventura le espera
com victoria, triunfo y lauro.
Va publicando valor
su gala, persona y brazo,
y así ganó de su dama
ojos, lengua, pecho y mano.
Tomó para posesión
oro, coral y alabastro,
que son en guerras de amor
despojos, premios y pago.
Celinda, soberbia un tiempo,
por su rostro, talle y garbo,
fue la que dio fin de guerra,
dando entrada, tienda y campo.
Mas fue su dar recibir
trueco, logro, usura y cambio,
pues la entregó el vencedor
alma, vida, honor y estado;
y así de dos se hizo uno,
de un amor, un ser y un trato,
del cual procedió un infante,
niño hermoso, rojo y blanco.
En las selvas de Diana,
su escondrijo, cuevas y manto
le dejaron porque sirva
a Ceres, a Pan y a Baco.


AMETE ALÍ II
De verde y color rosado,
en señal que vive alegre,
y al fornido brazo atada
una toca también verde;
con plumas verdes y azules
poblado un azul bonete,
mas por parecer galán
que por celosos desdenes;
la lanza y adarga negra,
toda sembrada de sierpes,
que en su ponzoñosa lengua
una oreja todos tienen
y en medio della estos versos
en arábigo parecen:
“Desa dañada intención
mi inocencia me defiende.”
En un potro remendado
viene el poderoso Amete,
el más gallardo galán
que en Granada hallarse puede.
Sale de Úbeda furioso
y a Baeza el paso tiende,
que hay alarde general,
y es fuerza hallarse presente.
Temeroso de fortuna,
porque su daño pretende,
dio principio a sus querellas
hablando con las serpientes:
-¡Polilla de mi esperanza!
¡Niebla de mi sol alegre!
¡Carcoma de mis deseos!
¡Cardillos de mis papeles!
No pretendáis desterrarme
envidiosos de mis bienes,
que tengo el amor de mi parte,
y tiene de defenderme:
“Y tú, fortuna, tente,
No gustes de que muera estando ausente”.
No permitas que en el pecho,
donde mi sangre desciende,
estos áspides dañados
sus bajos intentos siembren,
ni el justo cielo lo quiera,
pues mi fe no lo merece,
ni Zaida en su pensamiento
sus falsos silbos encierre,
“Y tú, Fortuna, etc.”
no des la vuelta a la rueda,
ni el clavo quites del eje,
ni permitas que yo diga:
“Subióme para perderme”;
ni con las nieblas de ausencia
mi esperanza se me anieble,
pues es claro que el olvido
se hace fuerte en los ausentes:
“Y tú, Fortuna, etc.”
Y ya que por mi desdicha
todo este bien se me niegue
por lo que toca a Celinda
ser escuchados no deben.
Ni es justo que a sus querellas
amor las orejas cierre,
y es bien que ella hablando ablande
lo que endurecer pretenden:
“Y tú, Fortuna, etc.”
Esto dijo, y descubrió
la ciudad y muros fuertes
y de Almanzor las banderas
que tremolando se extienden.
Salen los de dentro afuera
a ver quien el moro fuese,
que haciendo corvetas altas,
ufano, diciendo viene:
“Tente, Fortuna, etc.”
En medio de los balcones
mil damas bellas se ofrecen
satisfaciendo el deseo
con el contento de velle:
El vulgo todo le sigue,
Dando voces, viva Amete;
y agradeciendo el favor
dice en la mano el bonete:
“Tente, Fortuna, etc.”
Llegó en casa del Alcaide,
recibióle alegremente
con trompetas y añafiles,
y músicas diferentes.
Apeóse de su potro,
y despidiendo la gente
se subió a la fortaleza,
diciendo entre sí mil veces:
“Tente, Fortuna, tente,
no gustes de que muera estando ausente.”