FIRMA INVITADA: ANTONIO ENRIQUE




NOTA DE PRESENTACIÓN:

Tal como leemos en la web oficial del escritor, Antonio Enrique nació en Granada, 19 de enero de 1953, en cuya Universidad se licenció en Letras. En esta ciudad vivió hasta 1979, residiendo más tarde en ciudades como Úbeda, Durango, Ronda y Jerez de la Frontera. Desde 1984 se halla establecido en Guadix. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poema de la Alhambra (1974), Retablo de Luna (1980), La blanca emoción (1980), La ciudad de las cúpulas (1980 y 1981), Los cuerpos gloriosos (1982), Las lóbregas alturas (1984), Órphica (1984), El galeón atormentado (1990), Reino Maya (1990), La Quibla (1991), Beth Haim (1995), El sol de las ánimas (1995), Santo Sepulcro (1998), El reloj del infierno (1999), Huerta del cielo (2000), Silver shadow (2004) y Viendo caer la tarde (2005). Es autor de las novelas La armónica montaña (Akal, 1986), Kalaát Horra (Muñoz Moya y Montraveta, 199I; reeditada con el título de Las praderas celestiales, Comares, 1999), La luz de la sangre (Osuna, 1997), El discípulo amado (Seix Barral, 2000) y Santuario del odio (Roca editorial, 2006), así como del volumen de relatos Cuentos del río de la vida (Temas Accitanos, 1991 y 2002). Como ensayista, su labor se sustancia en Tratado de la Alhambra Hermética (Port-Royal, 1988, 1991 y 2005), Canon heterodoxo (DVD, 2003) y Los suavísimos desiertos (Alhulia, 2005), siendo asimismo coautor de una Guía de Granada (Anaya, 1991). Cabe destacar su vertiente crítica, a la que viene dedicando especial atención, con cerca de cuatrocientos comentarios, publicados en diversos suplementos literarios, "Córdoba", "Málaga-Costa del Sol" y "Europa-Sur" entre los más asiduos, así como en revistas especializadas. Figura en buena parte de las antologías más representativas de su promoción literaria. Pertenece a la Asociación Nacional de Críticos y es vocal de la Asociación de Críticos Andaluces. Poemas suyos figuran traducidos al árabe y hebreo, al papiamento, al rumano, además de las lenguas habituales. Su obra se adscribe en la denominada "literatura de la Diferencia", a la que dio nombre y de la que fue uno de sus más decididos impulsores, opción estética caracterizada por la heterodoxia sobre las tendencias dominantes. Integra, con los escritores José Lupiáñez y Fernando de Villena, la denominada Academia de Oriente. Ha intervenido en numerosos congresos y dirigido algunos proyectos editoriales, siendo muy activa su labor como conferenciante. En 1996, cofundó con el escritor Gregorio Morales el Salón de Escritores Independientes, que llegó a contar con más de un centenar de miembros. Desde el 2003, ocupa el sillón "Ñ" de la Academia de Buenas Letras de Granada. Ejerce como profesor de literatura en Guadix, ciudad que viene marcando sus obras últimas con su atmósfera y paisaje, impregnándolas de un inédito sentido trascendente, y donde está al cuidado del aula Abentofail de poesía y pensamiento. Aquí le sería otorgado, en el 2001, el premio Ciudad de Guadix a la convivencia, por decisión unánime de los grupos que componen su Consistorio.



PRESENCIA DE DON ANTONIO MACHADO EN BAEZA


Aquí estás don Antonio, como entonces.
Los pájaros sabios de Baeza te recuerdan,
y las cumbres de sus torres aún pasarte miraban.
Aquí estás, don Antonio. Como entonces.
Tu soledad sigue intacta. Nadie hay que la desvele.
Estás torrencialmente en presencia y en alma.
El aire sigue siendo el delirio de tus sienes
y habiendo, sigue, mares en el lugar de los olivos.
Cae la tarde como una piedra lenta, o como una vida.
Y a la par de la oscuridad la lágrima manda.
Hace frío, o es tu llanto. Hermoso el paisaje,
hace bruma a lo lejos como espuma el mar en la distancia;
hermoso el paisaje, y devastador como una lanza,
así de bello, de único, de inviolado e inefable,
se pierde, y sierra y abismos, valles e infiernos
se levantan allá donde la niebla suspira ensimismada.
¡Cómo presente estás, cómo el sol te acompaña!
La ciudad, entonces, de tan pulida y recatada,
la dimensión de tu pecho tenía, pues que tu aliento
la habitaba: era sí como una cajita de taracea,
con sus torres de labor fantástica y sus relojes
donde el nácar se cuenta en lugar de las horas.
Grato es seguir las calles como se acaricia
las venas de una mujer amada por la frente;
sentir tu nostalgia infinita dulcemente a través
del templete, los pórticos y el obelisco del Paseo.
He llegado aquí, don Antonio, al cabo de mi alma
entre tus versos. ¡Tu presencia quema, tu presencia
es el canto maravillado de esta tierra que se apaga!
Una cruz de piedra sobre el cielo de añoranzas
se destaca. Y tu querida figura noble y anticuada,
hidalga y pobre, lunar, andariega y pensativa,
el edén de los montes sigue contemplando
mientras al fondo el Guadalquivir brama
hacia tu corazón, perdido lubricán entre la niebla,
perdido amor de las estrellas que se cruzan, como buscándote.


BAEZA
Cruz de la Vaqueta.
8/12/79

(De La ciudad de las cúpulas, 1980)