CRONIRIA, DE RAQUEL LANSEROS (PREMIO "ANTONIO MACHADO EN BAEZA", 2009)







































CRONIRIA
, DE RAQUEL LANSEROS: UN POEMA METAPOÉTICO Y UNA RAÍZ MACHADIANA

El nombre de Raquel Lanseros se une con todo derecho y merecimiento a la importante lista de nombres que han ganado el Premio Internacional de Poesía “Antonio Machado en Baeza”. Es además la quinta mujer que lo gana y la cuarta que lo hace sucesivamente. El Jurado, al que me honro pertenecer desde la creación del premio, observó en los poemas de este libro frescura y joven audacia, lo que no venía en detrimento de la solidez y capacidad de penetración poética, al tiempo que mostraba un mundo propio lleno de hallazgos verbales.
Para empezar, el poemario lleva por título una palabra creada por la autora, ‘croniria’, que es palabra compuesta resultado de unir en sus raíces la palabra de origen griego Κρόνος, que significa tiempo, a otra también de ese origen, Ὄνειροι , Oneiroi, esto es, ‘sueños’. Se puede deducir por lo tanto que con este título la poeta quiere nombrar al conjunto de los poemas que integran el libro algo como resultado de un tiempo de ensoñación o de la fusión de tiempo y de sueños. Pues bien, no sé si la autora lo habrá hecho a conciencia o si simplemente ha coincidido con ciertos planteamientos del poeta que da nombre al premio y que puso a Baeza en la geografía literaria de nuestra lengua, pero lo cierto es que, para Antonio Machado, la poesía es palabra esencial en el tiempo y resultado de, como dejó escrito en 1917 en el prólogo puesto a la enriquecida edición de Campos de Castilla, “soñar nuestro sueño”. Decía allí lo siguiente:

Somos víctimas –pensaba yo– de un doble espejismo. Si miramos afuera y procuramos penetrar en las cosas, nuestro mundo externo pierde en solidez, y acaba por disipársenos cuando llegamos a creer que no existe por sí, sino por nosotros. Pero si, convencidos de la íntima realidad, miramos adentro, entonces todo nos parece venir de fuera, y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se desvanece. ¿Qué hacer entonces? Tejer el hilo que nos dan, soñar nuestro sueño, vivir; sólo así podremos obrar el milagro de la generación. Un hombre atento a sí mismo y procurando auscultarse, ahoga la única voz que podría escuchar: la suya (…) Y pensé que la misión del poeta era inventar nuevos poemas de lo eterno humano, historias animadas que, siendo suyas, viviesen, no obstante, por sí mismas.


De esta manera reconocía Antonio Machado la invención que es toda poesía a la vez que palabra en el tiempo, es decir, Machado concibe la poesía como un arte temporal junto a la música frente a otras artes espaciales como lo son la escultura o la pintura, por ejemplo. No otra cosa se deduce de la lectura de la primera estrofa de su poema “De mi cartera”:

Ni mármol duro y eterno,
ni música ni pintura,
sino palabra en el tiempo.


Pero si tenemos en cuenta otros argumentos expuestos por el poeta, por ejemplo en su cuaderno Los complementarios, además de lo que él mismo ha perseguido en su devenir poético al tratar de elaborar una poesía que fuera palabra esencial en el tiempo, tendremos que añadir al reconocimiento de la especificidad del discurso artístico de la poesía frente a las demás artes, su idea de la poesía como el arte que viene a poner la palabra en el tiempo de nuestra vida y viene a darnos la emoción del tiempo. Esto explica que el hondo sentimiento del paisaje, del que alguna vez ha hablado nuestro poeta, sea de esta manera un modo de sentimiento profundo del tiempo y de su fluir.
En todo caso, la poesía de Machado, como la de Raquel Lanseros, es resultado de un doble diálogo con el tiempo al elaborar un discurso sonoro que fluye en el tiempo y al darnos la emoción del tiempo. De ahí que nuestra joven poeta apueste por una defensa del discurso esencial de la poesía, de ese espacio de belleza siempre paradójica, situada entre la utilidad de la belleza natural y la aparente inutilidad en el espacio de la cultura, como leemos en “Cada poema es un salvaconducto hacia una tierra libre”, un poema metapoético:

Dicen que no hace falta la poesía.
Suponen que la gente necesita comer.
Con eso basta.

Pero sucede que existen vegetales
desplegando tenaces sus corolas de pétalos,
amarillos ingrávidos, profundos escarlatas,
milagrosos añiles aterciopelados,
acuarelas ventosas como el mar en las islas.
Todo como reclamo puntual a unos insectos
laboriosos, pequeños, más bien pardos.

La madre tierra lo sabe desde siempre.
Solamente los hombres se atreven a dudarlo.
No hace falta, eso dicen.
Aun así, qué difícil
qué objetivo tan arduo
intentar convencer no obstante junio
de la inutilidad de la belleza.


ANTONIO CHICHARRO